El director debe orientar todos los esfuerzos hacia la mejora sostenida de los aprendizajes y el desarrollo integral de los estudiantes. Este liderazgo debe considerar la diversidad de niveles que atiende el establecimiento —prebásica, básica y educación de adultos (EPJA)— en un contexto de alta vulnerabilidad social que demanda un compromiso permanente con la equidad, la inclusión y la calidad educativa.
El director también debe ejercer una conducción centrada en las personas, promoviendo un clima laboral positivo que fortalezca la confianza, la comunicación asertiva y el sentido de pertenencia de todos los miembros de la comunidad educativa. Potenciar las relaciones laborales, reconocer el trabajo de los equipos y generar espacios de participación y escucha activa son elementos esenciales para consolidar un ambiente institucional armónico y colaborativo.
Desde el ámbito pedagógico, el liderazgo directivo debe enfocarse en elevar los niveles de aprendizaje de los estudiantes mediante el acompañamiento constante a los docentes y la promoción de prácticas de enseñanza efectivas e innovadoras. Es fundamental fortalecer las competencias profesionales del cuerpo docente a través del trabajo colaborativo, la reflexión pedagógica y el uso de estrategias diversificadas que respondan a las distintas etapas y modalidades de enseñanza, garantizando aprendizajes significativos y pertinentes. En el caso de la modalidad de Educación de Personas Jóvenes y Adultas (EPJA), el desafío se centra en asegurar el cumplimiento de la normativa vigente, promoviendo metodologías flexibles, evaluación formativa y estrategias motivacionales que favorezcan la permanencia y el logro de objetivos educativos en esta población.
Asimismo, se requiere consolidar una cultura organizacional basada en la confianza, la transparencia y las altas expectativas, afianzando los procedimientos institucionales que aseguren coherencia entre la planificación, la gestión pedagógica y la evaluación de resultados. El análisis permanente de los indicadores de logro académico, asistencia y retención debe orientar la toma de decisiones y permitir la implementación de acciones correctivas y preventivas que contribuyan al mejoramiento de los aprendizajes en todos los niveles.
La integración de los sellos institucionales —Vida sana, naturaleza y cultura— debe estar presente de manera transversal en la gestión pedagógica, la convivencia y las expresiones culturales del establecimiento, fortaleciendo la identidad institucional y aportando al desarrollo integral de los estudiantes.
En el ámbito de la convivencia escolar, es esencial consolidar un clima de respeto, empatía y valoración mutua, promoviendo el bienestar emocional y la sana convivencia. La implementación de estrategias de mediación, autocuidado y resolución pacífica de conflictos, junto con la participación de las familias y actores locales, contribuye a construir un entorno educativo seguro y acogedor, especialmente en contextos de vulnerabilidad y diversidad cultural.
Otro desafío relevante del liderazgo directivo es fortalecer las estrategias de difusión, vinculación con el entorno y orientación vocacional para aumentar la matrícula en la jornada diurna, destacando las fortalezas institucionales, los sellos formativos y las oportunidades de desarrollo personal y académico que ofrece el establecimiento. Este esfuerzo debe articularse con redes comunales, instituciones de educación superior y programas ministeriales que incentiven la permanencia y el ingreso de nuevos estudiantes.
En síntesis, el rol del director demanda una mirada integral que equilibre el mejoramiento de los aprendizajes, el bienestar del equipo humano, el cumplimiento de la normativa educativa, la sostenibilidad institucional y el fortalecimiento de la matrícula, garantizando así una educación inclusiva, significativa y coherente con los sellos que distinguen al establecimiento.